Historias Probables

El baile de Rukeli (un boxeador en el infierno)

MANUEL LADRÓN DE GUEVARA

“Enséñame un héroe –escribió Francis Scott Fitzgerald- y te escribiré una tragedia”. La vida de Johann Wilhem Trollmann no necesita la imaginación de un inventor de historias; su vida es muchas vidas; su vida es el retrato de una época en la que el horror advertido por Conrad en la selva inextricable se paseó libre por las calles de la vieja Europa; su vida y su muerte infame son una mancha imposible de lavar, por mucho que los alemanes de hoy froten la mugre y la sangre con las que ensució la Historia la Alemania del Tercer Reich.

Johann Trollman nació en 1907 en la Baja Sajonia, en el seno de una familia de gitanos que habían abandonado el nomadismo. Afincado con sus padres y hermanos en Hannover, desde muy joven se aficionó al boxeo. Entre su gente le conocían como “Rukeli”, que se puede traducir de forma aproximada por “árbol joven”, y con ese apodo hizo fortuna en el mundo del noble arte. Era Rukeli un peso medio que avanzó en el tiempo a boxeadores como Sugar Ray “Leonard” o Alí, con un juego de piernas y una manera de moverse en el ring que no se estilaba en la época; mucho menos en Alemania, acostumbrada por aquel entonces al “modelo Schemelling”, esto es, pegadores y fajadores que apenas se movían del centro del cuadrilátero.rukeli 1

El racismo profundo del partido Nacional Socialista Alemán fue la fruta de un árbol que entre muchos cultivaron. Ya en 1928, cinco años antes de que Hitler ocupara la cancillería, en plena República de Weimar, a Johann Trollmann le prohibieron acudir a los JJOO de Amsterdam. Había ganado la plaza en el cuadrilátero, pero el Comité Olímpico Alemán lo sustituyó por el boxeador derrotado en la eliminatoria, con la excusa de que ”su estilo no era lo suficientemente alemán”.

Pero aquel estilo de boxear, el “baile Trollmann” lo llamaban, se hizo inmensamente popular, tanto que encontramos noticias suyas incluso en la prensa española de la época, en el Mundo Deportivo, La Voz o el Sol. En junio de 1933 llegó su gran oportunidad. La Asociación Alemana de Boxeo programó en Berlín el combate entre el gitano Trollmann y el ario Adolf Witt, con el titulo de campeón de Alemania en juego. Rukeli bailó alrededor de Witt durante los doce asaltos que duró la pelea. Su victoria fue incontestable, aunque los jueces amagaron con declarar el combate nulo. La indignación de los aficionados, que a punto estuvieron de promover un motín, los obligó a cambiar de decisión, y Johann Trollmann recibió el cinturón de campeón de Alemania.

Pero el título solo le duró seis días. La campaña de la prensa nazi fue brutal: el Volkischen Beobachter (el “observador del pueblo”), periódico oficial del partido nazi, lo llegó a calificar de “boxeador afeminado”. La Asociación decidió retirarle el título por “mal boxeo y pobre comportamiento”, a la vez que programaba un combate contra Gustav Eder, púgil que años más tarde llegaría a ser campeón de Europa. La Asociación Alemana de Boxeo no corrió esta vez riesgo alguno: ordenó que Trollmann debería pelear al estilo alemán, pegando y recibiendo, y le prohibió que utilizara su famoso baile. En un gesto suicida, de desesperada afirmación y de protesta, Rukeli apareció aquella noche en Berlín con el pelo teñido de rubio y la piel cubierta de harina, una parodia de ario; se plantó en el centro del cuadrilátero, se negó a pelear y durante cinco asaltos aguantó el castigo antes de caer desplomado y ensangrentado a la lona.

Su vida se convirtió desde aquel día en un descenso a los infiernos por etapas. Se divorció de su mujer y se distanció de su hija para alejarlas del peligro; en 1939 fue esterilizado, más tarde enrolado en el ejército, enviado al frente ruso y por fin, detenido por la Gestapo y arrojado a un campo de exterminio. En diciembre de 1942 Himmler firmaba el “Decreto de Auschwitz”, que ordenaba la deportación de todos los gitanos alemanes. Heinrich Trollmann, su hermano, llamado “stabeli” y que también era boxeador, fue deportado a Auschwitz donde murió en 1943 a los 27 años. A Rukeli le tocó en suerte el campo de Neuengamme, cerca de Hamburgo. Allí el preso 721/1943 intentó bailarle a la muerte como antes le había bailado a la vida. Obligado a boxear para distraer a sus verdugos, Trollmann disputó su último combate un día ignorado de 1943. Su rival fue un capo del campo, un criminal al servicio de los nazis llamado Emil Cornelius; Rukeli lo noqueó entre las risas de los guardias, y el capo le hizo pagar la vergüenza pasada rematándolo en el suelo con un garrote. Allí, sobre el barro infame de la historia, con los guantes puestos, acabó su tiempo el gitano Johann Wihlen Trollman, Rukeli, campeón de Alemania de los pesos semipesados.

La asociación Alemana de Boxeo le devolvió el título en 2003, y hoy una calle en Hamburgo y otra en Hannover llevan su nombre; también se llama como él el remodelado pabellón de deportes de Berlín, levantado en el mismo lugar en el que peleó por el título. Johann Trollmann fue sólo uno del cuarto de millón de gitanos asesinados en este Holocausto ignorado. Un Holocausto aún más infame y miserable que el del pueblo judío, por cuanto nadie reclamó para los roma una patria, ni hubo para ellos una reparación colectiva. En 1986, cuando el canciller alemán Helmut Khol pidió perdón por este genocidio, la mayoría de los gitanos supervivientes del los campos de exterminio ya habían muerto.harder

Johann Trollman no fue el único deportista que habitó el campo de Neuengamme. Otto “Tuly” Harder, jugador del Hamburgo, internacional, una celebridad en su época, también pasó allí parte de la guerra. Enfundado en un uniforme de las SS, Harder fue uno de los carceleros del campo. Capturado al finalizar la guerra fue condenado a quince años de cárcel, de los que solo cumplió cuatro y medio. Murió cubierto de oprobio y vergüenza en 1956, trece años después que el preso gitano Rukeli; la muerte los igualó al fin, pero la Historia, implacable siempre con los verdugos, los separó para siempre.

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